La lluvia cae gota a gota,
ella salta sonriente, entre charco y charco,
él sonríe y corre junto a ella.
La lluvia los empapa a ambos,
y las risasse extienden en la noche.
Ella está hecha de chocolate blanco, fresa y canela,
y antes de que la lluvia la arrastre, huyen juntos hacia la media luz.
-¿Aún estamos vivos? -. Pregunta él y ella mueve la cabeza afirmativamente.
Él deja escapar un suspiro de café y a pesar de todo, la toma entre sus brazos.
La noche se les escapa entre risas y abrazos de chocolate.
La mañana levanta la niebla sólo un par de centímetros del suelo. Arriba de la bruma, las copas de los árboles se mecen, serenas, con los primeros rayos de sol que traen esperanza.
Ella se acurruca como una niña entre aquel abrazo que la hace sentir tan segura, y él la sostiene con fuerza pero con ternura y le da un beso de café en su cabeza.
-¿Aún existimos? -. Pregunta él con preocupación.
Ella se alza y observa como el rocío cubre las plantas, como el viento frío colorea sus mejillas, como la niebla flota entre los troncos. Escucha como corre el agua entre las piedras, como cantan las hojas en lo más alto y como respira él junto a ella.
-Supongo que aún respiramos -, le asegura con franqueza y algo de decepción, pero antes de que él pudiera cerrar sus párpados con tristeza y cansancio, añade: -pero lo hacemos juntos -.
Él se alza también y se percata de todo lo que ella ya había percibido.
-No querría que fuese de otra manera -. Susurra y la besa.
ella salta sonriente, entre charco y charco,
él sonríe y corre junto a ella.
La lluvia los empapa a ambos,
y las risasse extienden en la noche.
Ella está hecha de chocolate blanco, fresa y canela,
y antes de que la lluvia la arrastre, huyen juntos hacia la media luz.
-¿Aún estamos vivos? -. Pregunta él y ella mueve la cabeza afirmativamente.
Él deja escapar un suspiro de café y a pesar de todo, la toma entre sus brazos.
La noche se les escapa entre risas y abrazos de chocolate.
La mañana levanta la niebla sólo un par de centímetros del suelo. Arriba de la bruma, las copas de los árboles se mecen, serenas, con los primeros rayos de sol que traen esperanza.
Ella se acurruca como una niña entre aquel abrazo que la hace sentir tan segura, y él la sostiene con fuerza pero con ternura y le da un beso de café en su cabeza.
-¿Aún existimos? -. Pregunta él con preocupación.
Ella se alza y observa como el rocío cubre las plantas, como el viento frío colorea sus mejillas, como la niebla flota entre los troncos. Escucha como corre el agua entre las piedras, como cantan las hojas en lo más alto y como respira él junto a ella.
-Supongo que aún respiramos -, le asegura con franqueza y algo de decepción, pero antes de que él pudiera cerrar sus párpados con tristeza y cansancio, añade: -pero lo hacemos juntos -.
Él se alza también y se percata de todo lo que ella ya había percibido.
-No querría que fuese de otra manera -. Susurra y la besa.
2 pensamientos:
no puedo mas que felicitar y agradecer como entrenecido espectador a la pluma que le ha dado vida a tan hermosas imagenes, a tan sublimes palabras... Xime, gracias.
Se siente com si una mano me acariciara la mejilla y la otra me exprimiera el corazón...
Absolutamente hermoso.
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