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*..*Las imágenes que uso las he tomado de Deviantart. Muchísimas gracias a los respectivos artistas.*..*

"Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad".
~Jean Paul Sartre.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Castillos de cristal


No vale la pena si miramos hacia abajo y lo único que podemos ver es la tristeza de estar solas.
No vale la pena sentarse en un trono de diamante cuando nos duele todo por dentro sencillamente porque nosotras así lo quisimos.
No vale la pena ansiar su calor si ellos han decidido marcharse porque no son capaces de tener entre sus manos un amasijo de sueños filosos e inalcanzables.

No vale la pena vivir en castillos de cristal si sólo están dentro de nosotras. No vale la pena si tenemos que estar solas. No lo vale.
No vale la pena llorarlos mil noches si ellos no son capaces de calentar nuestro cuerpo, que ya no puede sostenerse en pie.
No vale la pena que el sol seque nuestras lágrimas si en el fondo de nuestro abismo nos arden las entrañas.
No vale la pena que nos abracen si sencillamente sentimos nuestra propia piel como si fuera ceniza y nuestro cuerpo como si fuera una cárcel.

Si pudiéramos ser etéreas y que el aire atravesara nuestros costados. Si pudiéramos ser tan pálidas como la porcelana y tan sublimes como la noche.
Si pudiéramos alcanzar los sueños que hace tanto tiempo sabíamos rotos y arder entre las risas de los bufones que nos enseñan nuestro reflejo cada tarde y cada noche.
Si pudiéramos dejar atrás el dolor y llegar más allá de la cárcel que nos creamos.
Si nuestras alas no se hubieran quebrado antes de tiempo y nuestra risa no se hubiera extinguido junto a todo lo que nuestro cuerpo cuidaba.
Si ellos fueran capaces de matar los sueños que nos hacen daño y de cuidar los que nos acunan en las noches sin luna.
Si sus voces fueran caricias y no gritos que laceran nuestra alma perdida.
Si lograran nuestras voces quebrar el mundo que nos cose la boca y nos obliga a ser cada vez más efímeras.

...

Si tan sólo nuestro sueño no implicara ser el imaginario perdido de un mundo podrido.

lunes, 6 de diciembre de 2010

De la palabra al silencio


Entiendo que aquella noche te dejé entrar,
que el silencio de tus ojos me hizo querer hacerlos hablar.
Entiendo que fue mi culpa y no voy a discutirlo,
pero ahora, creo que preferiría que fuéramos mudos.

Bajé hasta lugares inconcebibles sólo por pintarte una sonrisa,
deshice mi vida y la volví a armar para girar en torno a tu extraño sol.
No sé si fue un error, no me arrepiento de haberlo hecho,
pero me duele porque ahora no sé que pálido planeta soy.

Las estrellas me lo advirtieron y yo hice caso omiso,
el sol quiso cegarme y me libré de su abrazo.
La Luna nos acunó a ambos, por tantas noches, por tanto tiempo,
y el invierno corrió entre nuestros dedos hasta derretirse.

Los lobos aullaban mientras me deshacía en lágrimas
que tus manos secaban con insistencia.
Mil veces me recibiste y otras mil te recibí yo,
bajo el frío abrazo de la inclemente noche.

Y hoy, que te espero de pie junto al roble,
hoy, no apareces.

Porque hace mucho que nos fuimos de aquí,
hace mucho que quemamos la casa.
Hace mucho que nos deshicimos de la ropa vieja
y que incineramos los deseos de infancia.

Quisimos morirnos hace mucho tiempo,
por alguien o por nosotros mismos.
No sé si yo haya cumplido mi parte,
sólo sé que hoy, no estás bajo el roble.

Está bien, me iré entonces, pero no me pidas volver,
porque el tiempo se encargará de matar mis deseos,
se encargará de hacer que arda en otro lugar
y que vaya a otra parte a soñar.

Así es el día que hoy corre bajo mis pies,
no esperes que esté cuando tu boca se digne a llamarme.
No esperes que esté cuando tu piel pida a gritos la mía,
no esperes que esté cuando las sonrisas se agoten en la orilla del mar.

Yo tomaré otra dirección, el mar nunca fue mi destino,
me dirijo hacia la montaña, hacia el frío,
hacia el lago que me sirve de espejo,
para no olvidar mi imagen,
para no olvidarme del sueño.

Ahora te pido que llores,
que lo hagas por última vez,
porque tus ojos quedarán cerrados
desde que sueltes este papel.

El veneno es sutil y mi herida también.
Yo me desangro por dentro,
a ti se te deshace la piel.

¿Queríamos morirnos, no es cierto?
Vamos a un lugar donde sea inevitable encontrarnos,
donde sea imposible que me dejes de pie.
Sola, bajo el poderoso roble,
sosteniendo un triste clavel.

Tinta con vida

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