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*..*Las imágenes que uso las he tomado de Deviantart. Muchísimas gracias a los respectivos artistas.*..*

"Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad".
~Jean Paul Sartre.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Eternidad


Desvanece con sosiego
con afecto
la palabra declamada
en los labios del poeta
cumpliéndose
hoy y para siempre
la sentencia pronunciada
de la boca de la amada
el sueño inacabado
de los labios del pasado
yo te extraño
y nos morimos
en jardines y en olvido.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Para el sueño



No hay peros, no esta noche.
Te recuerdo cerca, firme, vivo, realmente vivo, realmente cierto.
No hay peros, ni nuncas.
Hay siempres y sueños y tenues recuerdos;
memorias teñidas de violetas que sueñan claveles,
claveles y sueños para esta noche de invierno.
Claveles y sueños,
instantes eternos.

viernes, 26 de octubre de 2012

Solía

Otra letra a la que me agradaría ponerle algo de música. Por fin está terminada.

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I used to listen to you,
sat in that old window frame,
with my hands resting in my lap
and my eyes so close.

I used to see you
standing in the front door,
watching you walk away from home,
hoping you to return when the moon arrives.

Now the sea is too cold for me,
hopes are so far away from us.
Here, lost in the comfort of our lies
the dream begin to fade into nothing.

I used to lie next to you,
so safe held in your arms,
so open for your hands.
So warm.

Now the sea is too cold for me,
time passed by and killed our hopes.
Here, lost in the comfort of our lies
the dream begin to fade into nothing.

domingo, 22 de julio de 2012

Ausente



¡Libertad! ¡Libertad!
Canturrean tus labios mientras cae la noche.
¡Libertad! ¡Libertad!

Los pasos del pequeño
otora aletargados
ahora se hacen firmes
entre caminos desgarrados.
A las orillas del estanque
entre estrellas naufragadas
se respira hoy el perfume
de las flores ya quebradas.
Allí donde antes fuimos
a llorar nuestro pasado,
me he quedado para siempre
con los recuerdos en mi vientre.

¡Libertad! ¡Libertad!
Canturrean tus labios al partir
¡Libertad! ¡Libertad!
Ahora, al fin, te has encontrado
¡Libertad! ¡Libertad!
Sé que por fin me has olvidado.

sábado, 30 de junio de 2012

Alivio



No sé si recuerdo con exactitud
el día en que la primera fue a dar contra el ocaso.
Sé que otras volaron hacia el mar,
y algunas más fueron a parar a la montaña.

Una fue hacia el norte, la otra voló hacia el sur.
Ambas seguían haciendo parte de lo mismo,
lo cierto es que jamás se marcharon en realidad.

Una fue hacia el norte, la otra voló hacia el sur.
Y tus hombros aún cargaba con su peso
porque, aunque deshechas, seguían estando allí.

Una fue hacia el norte, la otra voló hacia el sur.
Pero a ambas las vi unidas a las demás que aún colgaban,
casi exánimes, casi idas, de tu espalda.

Una fue hacia el norte, la otra voló hacia el sur.
Pero logré recordarlas lo suficiente para saber,
exactamente,
en qué lugar ponerlas cuando te encontré.

Cambio

((Algo viejo en realidad... Remolino, siempre remolino en mi cabeza, en todas partes a decir verdad))






Se me aliviana el alma
cuando miro por la ventana
sonrío al cielo y aparto el dolor.
Te encuentras soñando ahora
con otro sueño mejor.





Que se nos derrame gota a gota
mientras jugamos a la copa rota
a ver quién es el primero en cortarse la boca.

jueves, 24 de mayo de 2012

Frío


Ni siquiera la noche,
esta noche sin Luna, ni estrellas, ni luces amigas,
puede llegar con su frío tan hondo
como llegan ahora los suspiros del viento
que arrastran palabras
adormecidas,
sordas,
y enmudecidas,
alguna vez pronunciadas
y ahora marchitas.

sábado, 19 de mayo de 2012

Sobre tus pasos



Llueve,
sobre tus pasos, llueve.
Y las gotas se estrellan contra las huellas que van quedando marcadas en el corazón de la noche sin luna.

Llueve,
y a medida que aquella danza se enseñorea de la noche
la pared se vuelve cada vez más blanca, más blanca y solitaria.

Llueve,
y tus pasos se hacen cada vez más tristes
mientras el alma se hiela entre las canciones que chorrean de las nubes.

El silencio se hace fértil,
entre gemidos que no alcanzan a abandonar los labios.
El corazón aúlla
y sonríe con tristeza a la lejanía de tu voz.

Sobre tus pasos se hacen nidos
de peces marchitos por la aurora,
de dientes de león nocturnos,
de esperanzas que se estancan gota a gota.

Sobre tus pasos vuelvo mis pupilas
ya manchadas por la sal de la llovizna,
y los veo emborronarse a la distancia
en el recuerdo de nuestra tibia noche solitaria.

Llueve,
sobre tus pasos, llueve.

miércoles, 25 de abril de 2012

14 de diciembre



Él se marchó hace algunos días. Aún no regresa.
Me pidió que me fuera, a buscar un lugar en el que la nieve arreciara con menos fuerza. No le hice caso y ahora, que la nieve ya me cubre los talones y se amontona sobre mi gorrito de lana, sigo pensando que no tengo por qué atender a su petición.
La melodía sigue corriendo una y otra y otra vez. Es como un tintineo incesante que se ha vuelto parte de mi alma, aunque sé que proviene de un par de puertas más allá del farol bajo el que estoy de pie.
Lo más difícil de soportar son las noches, porque el eco de la melodía me persigue y se distorsiona, haciéndome ver cosas que a la luz del día no parecen existir. Además, el frío me acorrala con más ímpetu contra el farol que apenas si alumbra algunos pasos. Me aferro a él, pues es del poco calor que me entrega su luz de lo que sobrevivo.
Durante el día lo siento en todas partes y el aroma a café se despierta cada que creo adivinar su sonrisa esperando tras una esquina para sorprenderme y alzarme del suelo de hielo.
...
Sé que me ha pedido que no espere por él... Pero no voy a cumplir su petición.
Porque, aunque no sea para tomarme de la mano y acompañarme a volar, creo en su regreso.

miércoles, 18 de abril de 2012

Cuervos


Dania era casi perfecta.
Su piel era tan blanca y tan suave como las nubes que juguetean con el viento al comenzar el día.
Sus cabellos brillaban bajo la luz de la Luna con una luz cálida, propia, dorada como el trigo al sol.
Su voz había sido como el cantar de un gorrión al caer la tarde la primera vez que Daniel la había escuchado hablar.
Y su boquita, sus mejillas... Usualmente eran sonrosadas y vibrantes, aunque ahora ambas estaban pálidas, pero era de entenderse perfectamente, porque Dania estaba muerta.

Ahí, tendida sobre el frío suelo en medio de la noche, bajo la luz intermitente de un farol averiado, estaba Dania con sus ojos como de chocolate muy abiertos, pero su boca bien cerrada. Como si el grito se hubiera escapado por su mirada y no por su garganta. Sus ojitos ya no brillaban, pero aún tenían guardados los recuerdos, por lo que Daniel decidió cerrar sus párpados, para que no se le escaparan.
Ahí, bajo la lluvia tenue que comenzaba a empapar la ciudad ya tan tarde, Dania estaba muy quieta y sus heridas apenas podían adivinarse. La sangre se lavaba lentamente de su vientre abierto y una manito reposaba sobre la herida, tan blanca ella y tan roja la sangre, como si quisiera contener la vida que se le escapaba a borbotones.
Daniel tenía que admitir que incluso así se veía hermosa. Con la ropa empapada y los cabellos enmarañados, con la sangre manchando su delicada tez y con aquel moretón en la mejilla. Aún así se veía hermosa.

Se puso de rodillas junto a ella en un arrebato que no pudo contener y la levantó del suelo. Con algo de esfuerzo la alzó en sus brazos y caminó bajo la lluvia en la calle desierta.
Habían sido felices. Tan felices que no era justo que durara para siempre.
Estaba helada a pesar de que llevaba poco tiempo sin vida. La lluvia se había encargado de llevarse con ella la calidez que aún le quedaba. Agua y sangre los empapaban a ambos mientras él caminaba con ella en brazos, como si la llevara a la cama.
La sangre bajaba por sus piernas a medio cubrir por su faldita de encaje negro y Daniel adivinó lo que aún no había sido capaz de ver.
Lleno de dolor continuó caminando, con el alma contenida en los puños.

....

La noche era densa, pegajosa, como si no fuera capaz de desprenderse de los cuerpos que aún caminaban entre ella, como autómatas de diversos orígenes.
Era una noche gris, tóxica, abandonada a la inconsciencia.
Ella no debía amar esas noches, pero las amaba. Amaba todas las noches y por eso se había fundido con ella. Por supuesto, había llamado a Daniel, pero se le había adelantado descuidadamente, para encontrarlo por sorpresa.
No los vió a tiempo porque se acercaban en silencio y ella en su cabeza cantaba.
Todo giraba vertiginosamente, iba demasiado rápido, viraba y viraba a tanta velocidad que pensó que iba a morir. Y así fue.
Abrazó la muerte con alivio, casi con deseo. Su cuerpo deshecho y ultrajado yacía en el suelo, un tanto lejos del lugar en el que ahora se encontraba.
Luego vino Daniel, luego el camino. La Luna cubierta por las nubes cada vez más negras, cada vez más grandes. Daniel apretaba los dientes y ella lo observaba dubitativa y la muerte, anhelante.

La noche era tóxica, sí. Despiadada.
Y aunque hubieran sido capaces de adivinar lo que se les venía encima, jamás habrían podido defenderse porque mientras él los hería una y otra vez con sus manos desnudas, consumido por el dolor y la ira, ella los observaba sentada sobre la acera empapada y sucia, donde Daniel la había depositado con cuidado, recostada sobre una pared, como si durmiera.
Él cayó sobre ellos como una sombra y ellos no podían hacerle lo que le habían hecho a ella hacía sólo un par de horas.
Dania había sido dulce, sí, ¡cuán dulce!
Pero ahora estaba muerta y por eso cuando uno de ellos se arrastró hasta su cuerpo ahora helado, tratando de huirle a la muerte, ella hizo que sus ojos se abrieran y una sonrisa cruel se dibujara en sus labios, como regalo a aquel monstruo que le había arrebatado la vida.

viernes, 13 de abril de 2012

Tóxico



Y así descendieron y sus caballos eran de acero, las explosiones se sucedían sin descanso y no había reparo en los que se quedaban atrás, llorando, rogando por lo que alguna vez fue su hogar.
Y el mundo se volvió tóxico y se llenaron de polvo las bocas entreabiertas de los cadáveres esparcidos por el suelo cubierto de fuego y desperdicios de metal.

Así se reflejaron nuestros rostros de niños pequeños sobre los rotos espejos. Nuestras sonrisas quebradas y nuestros sueños ya muertos. ¿Habremos ido a parar al infierno?

Y continúa cayendo, la lluvia de ácido sobre las flores marchitas y el suelo ahora yerto.
Y se suceden unos a otros los años y los que algunas vez fuimos felices nos ahogamos en llanto.

¿Qué hemos hecho; oh, Luna demente, oh, sol nuclear; para quebrarnos las almas y enterrar nuestro hogar?

viernes, 30 de marzo de 2012

Veneno


Se desprende de las pestañas de la Luna
la lágrima más hermosa de las alguna vez caídas.
Y se lamenta el sol el no poder recibirla entre sus brazos
pues no se lo permiten ni la aurora, ni el ocaso.

Y quedan atrapados en el giro del tiempo
las sonrisas que la Luna le regala
al sol que tristemente su cintura abraza.

Y quedamos atrapados en los sueños inconclusos
los que alguna vez amamos
y nos deshicimos y nos reinventamos y nos deshojamos
con la sutil caricia del viento y de su llanto.

Así el veneno se extiende entre mis brazos
para asirse, velozmente, de tu boca ahora entreabierta
dispuesta hacia los besos que terminan por ahogarla
entre gemidos apagados
por el dolor desenterrado.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Noche rojo


Noche, noche rojo, noche hecho de gotas de café y de rocío de clavel
álzame en tus brazos y sumérgete en mi piel.
Sosténme tiernamente entre tus cabellos azabaches
y duérmete tranquilo sobre mis níveos valles.

Noche tan tranquilo y agitado,
¿qué te dicen los suspiros que se escapan de mis labios?
Acaso si aún respiro lo hago sólo por tu aliento
que acaricia mis lamentos mientras se unen con el viento.

Agonía deliciosa de la noche siempre roja,
descendiendo dulcemente de la cordura me despojas.

Se hace, pues, el delirio lo único real
que queda entre las manos del momento intemporal.

Así me pierdo lentamente entre tus lunas para siempre
alimento suficiente hasta la hora de mi muerte.

jueves, 16 de febrero de 2012

Hubo una noche


Para el ángel de mis noches, mi ángel. Para mi perpetua noche.



Hubo una noche, alguna vez.
Una noche de Luna clara, sonriente, vistosa.
Una noche de estrellas libres, nada mundanas.
De claveles mecidos por el viento y de sonrisas tránsfugas.

Hubo una noche, alguna vez.
Una noche como las hay hoy,
como las habrá mañana,
que serán alguna vez las noches sidas
de algún alma perdida hoy en su ventana.

Sí, hubo una noche alguna vez.
Una noche que tuvo mil nombres,
que no murió guardada por sus ánimas,
que se alzó entre la bruma del olvido
para cantar por la amalgama de las almas.

Así, hubo una noche alguna vez...
Adormecida en el abrazo del recuerdo,
extraviada de lo sido y de su tiempo.

viernes, 3 de febrero de 2012

Diferencia


Donde ustedes han visto balance
yo he visto rutina.
Donde ustedes han visto orden
yo he visto tedio.
Donde ustedes han visto al olvido
yo he visto valor.
Donde ustedes han visto pereza
yo he visto dolor.

Donde ustedes han visto tristeza
yo he visto esperanza.
Donde ustedes han visto cariño
yo he visto vacío.
Donde ustedes han visto tranquilidad
yo he visto descomposición.
Y donde ustedes han visto al más temible de los caos
yo he visto la única paz que puede alcanzarse.

Con los ojos cerrados, al borde un risco afilado, soñar por soñar, lanzarse al vacío, ganarle al olvido, cayendo, cayendo, cayendo y luego... volar.

sábado, 28 de enero de 2012

Memorias



Así es como lloramos
el pasado que es presente,
o las memorias reticentes,
y el recuerdo evanescente.

Así es como anhelamos
lo que alguna vez ha sido,
lo que ya no es mito ni recuerdo,
sino todo lo vivido.

Así se añora al sueño, padre de la voz
de los que han amado y no olvidado
al tenue roce de la noche y su canción.

Y se transforma, oh, entonces
la memoria en el presente
que ya no es tan ausente,
ni afligido, ni doliente.

jueves, 12 de enero de 2012

24 de Noviembre

(Psssstttt... Escúchame mientras lees, por favor)


Se está frío acá afuera.
Ya no suenan los tangos en la tienda de la acera contraria. Tal vez han cerrado por la ventisca o el tendero se ha mudado a un lugar más amable.
La ciudad está cada vez más marchita, me siento culpable aunque yo no la queme.
Acá afuera hace frío y aún no encuentro un techo que me resguarde de la tormenta. La nieve se posa sobre mí como si fuera arena, hasta que hay demasiada y comienza a desmoronarse. Ni siquiera intento moverme, ya nada me huele ni a menta, ni a chocolate, ni a cuero gastado, ni a un pobre clavel.
Me pregunto a dónde se han marchado todos o si acaso estarán dentro de sus casas por temor a morir de hipotermia. Sí, es cierto, se está frío acá afuera, pero no puedo enfermarme, el último soplo del licor de sus labios me mantiene con fuerza aún por un par de vidas.
Me pregunto si volveré a verlo pronto o si acaso todo va a permanecer cerrado hasta un par de vidas más tarde. La imagen se me hace familiar, como si un lago inquieto se hubiera detenido de un momento a otro, convertido en hielo. la escarcha de la superficie se posa en mi pecho.
Sucede algo extraño, se ha encendido una caja de música y un poco de vapor se escapa de la casa en la esquina de la calle. La música se ha transformado en una melodía francesa, vieja, muy vieja. Siento como si mis piernas quisieran echar a correr, pero en la dirección contraria. El aroma del café inunda la calle una vez más. Sí, ese es el lugar al que esperaba volver, pero no sé cómo. Mis piernas han muerto, sepultadas por el hielo.
Ahí viene, de nuevo.
Me echo a llorar en sus brazos. Ya no hay nada más. Ni frío, ni calor, ni hielo, ni agua, ni viento... Sólo aquella vieja melodía, ¿francesa? No. Ya no importa. Y una sonrisa con sabor a menta.

Tinta con vida

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