Me duele,
me duele verte.
A ti, a tu rostro cansado, a tus ojos rojos, a tus labios secos y a tu piel marchita.
A tu voz tan áspera y a tus movimientos tan torpes.
Me duele ver tus pupilas con la esperanza deshecha
y tu corazón, roto esperando algo que tal vez no llegue.
¿Qué le pasó a tu sonrisa, siempre tan cálida?
¿Qué le pasó a tu mirada que avivaba corazones rotos?
¿Qué le pasó a los claveles que llenaban nuestros recuerdos?
¿A dónde te has ido, niño de alas rotas?
Lloras, escondido entre las sombras del dolor.
Te estremeces, al pensar en el incierto mañana que ya nadie afirma.
Tu carne se pudre mientras caminas en un bosque infinito,
de animales muertos y árboles marchitos.
¿Qué ha sido de ti, mi niño oculto del dolor?
¿Ha estallado tu burbuja de temor y sumisión?
Allá donde los cuervos graznan su última canción,
allá donde se alza la última morada de tu amor.
¿Es allá donde te encuentras, mi sol de media noche?
¿Es allá donde te ocultas, mi niño de ojos de lucero?
Tus sueños ya no son tan fuertes entre las garras del veneno.
sé que te deshaces lentamente entre los brazos de la muerte.
Mi niño de alas raídas y esperanzas ya perdidas,
mi niño de sueños quebrados y años malgastados.
¿Dónde está la fuerza que me sostuvo al irme?
¿Dónde está el amor que me acunó cuando mi alma se quebró?
Duerme, mi niño, duerme,
duerme sobre mi pecho,
que ya no importa nada.
Duerme, mi niño, duerme,
duerme bajo las alas
de tu sempiterna hada.
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