...Y en ese momento algo se rompió por primera vez.
La cuerda que sostenía la vida se deshilachó en cuestión de segundos y quedó bamboleando a la luz de una Luna todavía inexistente, cubierta de nubes y suciedad.
El mundo se volvió gris, lleno de humo y basura... Tal vez no se volvió, tal vez ya era así... Pero lo seguro era que se habían empañado los cristales que lo observaban.
Ya no valía la pena soportar ese dolor tan filoso y desgarrador. No merecía el esfuerzo. No llenaba la esperanza. Un cascarón hueco y vacío, en eso se había convertido.
Que más daba si se quebraba, si al final sólo dejaría de respirar, se iría el cansancio y todo estaría igual.
Ya se habían perdido sus pupilas, pesaban sus párpados, estaban entreabiertos su labios, dispuestos al beso de la muerte; y su mente, su corazón, su alma... Estaban perdidas hacía mucho.
Una piedra, otra, un poste, un cable eléctrico, un carro, un quinto piso, el balcón, el vacío, el suelo precipitándose al encuentro del descanso. El humo, la posibilidad, el olor entrando por todas partes, corrompiendo el interior, destruyéndolo lentamente, con agonía. El filo de la hoja, el brillo a la luz del mugroso cielo, la frialdad del metal contra la calidez de la carne siempre en descomposición, la vida carmesí a borbotones cruzando la locura. las manos, las propias manos, que desgarran, cortan, magullan, asfixian, destruyen, matan.
Pero las manos... Las manos ajenas... Deteniendo todo en mitad del vacío, negándole el asfixiante humo, suavizando el borde del metal, amarrando entre ellas las manos, las manos propias.
Se reflejaron así las desoladas lágrimas en los vitrales que eran suyos en otro rostro.
Se quebró así la voz llena de amor que había dejado de escuchar con claridad.
Se amarraron así, con fuerza, los brazos de la voluntad y el valor.
Se hizo así la prudencia más nítida que nunca, y le dió una razón hermosísima para soportar.
Eran dos contra uno, y la Luna se sacudió el putrefacto aire de su contorno de oro y plata.
Eran dos contra uno, y no quedaba nada más que hacer que dejarse sostener.
Eran dos contra uno saldando deudas, y no quedaba más que avanzar un poco más.
Eran dos contra uno... Y ahora son tres contra el resto.
La cuerda que sostenía la vida se deshilachó en cuestión de segundos y quedó bamboleando a la luz de una Luna todavía inexistente, cubierta de nubes y suciedad.
El mundo se volvió gris, lleno de humo y basura... Tal vez no se volvió, tal vez ya era así... Pero lo seguro era que se habían empañado los cristales que lo observaban.
Ya no valía la pena soportar ese dolor tan filoso y desgarrador. No merecía el esfuerzo. No llenaba la esperanza. Un cascarón hueco y vacío, en eso se había convertido.
Que más daba si se quebraba, si al final sólo dejaría de respirar, se iría el cansancio y todo estaría igual.
Ya se habían perdido sus pupilas, pesaban sus párpados, estaban entreabiertos su labios, dispuestos al beso de la muerte; y su mente, su corazón, su alma... Estaban perdidas hacía mucho.
Una piedra, otra, un poste, un cable eléctrico, un carro, un quinto piso, el balcón, el vacío, el suelo precipitándose al encuentro del descanso. El humo, la posibilidad, el olor entrando por todas partes, corrompiendo el interior, destruyéndolo lentamente, con agonía. El filo de la hoja, el brillo a la luz del mugroso cielo, la frialdad del metal contra la calidez de la carne siempre en descomposición, la vida carmesí a borbotones cruzando la locura. las manos, las propias manos, que desgarran, cortan, magullan, asfixian, destruyen, matan.
Pero las manos... Las manos ajenas... Deteniendo todo en mitad del vacío, negándole el asfixiante humo, suavizando el borde del metal, amarrando entre ellas las manos, las manos propias.
Se reflejaron así las desoladas lágrimas en los vitrales que eran suyos en otro rostro.
Se quebró así la voz llena de amor que había dejado de escuchar con claridad.
Se amarraron así, con fuerza, los brazos de la voluntad y el valor.
Se hizo así la prudencia más nítida que nunca, y le dió una razón hermosísima para soportar.
Eran dos contra uno, y la Luna se sacudió el putrefacto aire de su contorno de oro y plata.
Eran dos contra uno, y no quedaba nada más que hacer que dejarse sostener.
Eran dos contra uno saldando deudas, y no quedaba más que avanzar un poco más.
Eran dos contra uno... Y ahora son tres contra el resto.
Gracias hermosa esperanza,
gracias férrea voluntad.
gracias férrea voluntad.
3 pensamientos:
El dolor casi gotea por las letras.
Me llegó hasta el fondo, despierta serias reacciones encontradas.
Me encanta, resumiendo.
Tu opinión es de gran importancia... Gracias por leerme y comentar.
El dolor... El dolor se escurre en cada letra, la desesperación viaja entre renglones...
Incluso si no se ve... Allí está...
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