Ya no hay grito que salga de mi garganta con el poder suficiente para apagar el dolor.
Ahora la pena ha encontrado un rincón entre los pliegues de mi alma y se ha convertido en sofocante agonía. En decepcionada resignación.
La risa que sale ahora de mi garganta no es sincera, sólo se estanca un poco antes de dejar mi cuerpo y es reemplazada por un fútil intento de demostrarme a mí misma que aún no estoy del todo muerta.
El llanto se ha apagado poco a poco y el silencio ha regresado para reclamar el reino que era suyo.
Saber que el sueño casi se agota por completo y que las gotas se evaporan poco a poco en el aire que convierte todo lentamente en un desierto helado.
Saber que lo que hiciese siempre había estado condenado a no ser suficiente, porque mi luz estaba hecha sólo para llevarte de regreso a tu sueño de siempre.
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