En su nombre he quebrado templos, hechos de mármol y de fuego. He pasado sobre los restos carbonizados de sueños despojados de su esencia.
En su nombre me hice inexistente a los ojos de quienes han juzgado impertinente el movimiento de los soles cuyos rayos no golpean la superficie de la tierra. Desaparecí entre nubes para que la luz no volviera a atravesar mi pecho.
Cada vez más pálida, cada vez más débil, extendí mi pena a las raíces de los árboles y la dejé colgar de las redes blancas en las que mueren los insectos insignificantes. Me convertí en araña y capturé un par de almas para cobijarme cuando el frío me envolviera.
En silencio me convertí en el viento y viajé tan lejos como pude, tratando de alejarme y de abarcarlo por completo. Me hice lluvia y golpeé la tierra con mi peso, su rostro con mi aliento.
Gota tras gota no obtuve respuesta y me transformé en serpiente, me arrastré en el fango hasta enroscar sus pies y alcanzar su cuello, pero al pasar junto a su pecho se evaporó el veneno y me volví rocío.
El calor me deshizo y me elevó hasta el cielo. Subí tan lentamente que para cuando alcancé las nubes, la Luna ya esperaba mi regreso.
Hace algún tiempo, cuando conservaba un pedazo de infancia más grande que del que soy dueña en este momento, me crucé durante alguna de esas noche extrañas con un ángel nocturno (o un lobo alado) que dormitaba a la espera de algo.
A pesar del dolor por el que hemos tenido que pasar ambos, me gusta creer que esperaba por mí.
.....
Tránsfugas
De espaldas a la noche, con la cabeza gacha y la sonrisa apenas apagada por el miedo, su silueta se recortaba contra el marco de la ventana. Era hermosa, la noche. ¿Y ella? Ella era una palabra impronunciable.
Él, sobre la cama, con la cabeza entre las manos, recordaba cada momento con un estremecimiento. No se atrevía a mirarla, apenas si se atrevían, los dos, a soñar en silencio.
Pronto sería tarde, se les iba agotando ya el tiempo, y vendría ahora la luz a reprocharles lo que, bajo el cobijo de la paciente luna, habían hecho. Pero los vidrios a sus pies ya no podían ser unidos de nuevo y aún podían moverse entre las sombras, como dos fantasmas que recorren lo que habitaron alguna vez.
...
Cinco pisos de altura era demasiado poco para escapar del miedo y su alma ya se había escondido hacía mucho entre los pliegues de sus sueños. Para entonces era ya imposible detenerla, se había puesto a escribir como si no hubiese tiempo, como si no hubiese dolor ni pena.
Ni culpa.
La tarde era una espiral, aunque ascendente, para variar. Sentía como su locura se elevaba sobre las nubes y llenaba su cuerpo, su mente, sus sueños. El dolor no era nada comparado a la calidez que se extendía por toda su piel. La pena de abandonar (matar) un amor un tanto incierto era tal vez muy pequeña comparada con el río de gozo que estallaba en su interior. La culpa... La culpa era demasiada para soportarla. Su alma lloraba en silencio y reía por igual. Se sentía como una pequeña muñeca de trapo, abandonada a un destino demasiado joven e impulsivo.
Las sábanas, cubiertas de sudor y sangre, la miraban con reproche. ¿Quién era ella, acaso, para quebrar en tantos pedazos los sueños de otra alma un tanto desequilibrada (aunque jamás lo suficiente para soportarla y mantenerla)?
Calla, no es justo.
Pero lo era. Sabía que lo era. ¿Qué había hecho él por ella aparte de elevarla en el firmamento (obligándola a creer para destruirla después) y luego aplastarla con brusquedad contra la porquería del mundo?
Calla, no era eso lo que él deseaba.
Era cierto. No era lo que deseaba, pero era lo que era. Lo que siempre había sido, lo que era cada uno de ellos de pie en esa esfera de miseria. Menos él, frente a ti.
¡Basta! ¡No sueñes con otro!
Ya habían sido demasiadas las oportunidades, había querido morirse de alguien, pero jamás había encontrado a quién querer tanto.
Uno y otro, y otro más. Todos acababan igual, exánimes a sus pies, con ese amor ponzoñoso regado por la habitación, rojo, muy rojo, muy muerto.
Y ella, ella los observaba en silencio, con lágrimas mudas, cargada de culpa, pero aún aferrando el gatillo con fuerza, sintiéndose sola, muy sola. Pero esta vez no. Esta vez sólo se aferraba con fuerza al marco de la ventana, sin levantar la cabeza y sin atreverse a mirarlo, porque esta vez no había sido ella quién había jalado el gatillo. Habían sido ambos.
Y a sus pies se encontraba un recuerdo borroso e inerte. Jamás podría volver a tener lo que ella le había entregado, jamás sería suyo de nuevo y esta vez la muerte no había venido veloz, sino lenta, muy lentamente, para esa pequeña alma que aún recorría la espiral descendente mientras ella, cargada de culpa, giraba hacia arriba y lloraba. Y reía.
-No. Calla. No pienses. Dame sólo esta noche. Démonos sólo esta noche, para soñar, para entregar esos sueños a la locura. No llores más, ven.
Las luces en la ciudad comenzaban a encenderse, mientras sus sollozos comenzaban a apagarse lentamente y se mezclaban con el viento que se colaba por las celosías.
Lo miró con la boca entreabierta y los ojos perdidos. Sus ojos estaban rojos y cubiertos de lágrimas, pero la luna ya se alzaría pronto para acunarlos a ambos en el sueño despierto de la noche.
Viajó hacia sus brazos, una distancia casi infranqueable entre el dolor y la esperanza. Pero viajó tratando de encontrar un sosiego que había perdido cuando supo que el mundo se desmoronaba a sus espaldas.
Una noche, eso era todo lo que le pedía. Una noche para intentar olvidar que el mundo estaba muerto y deshecho, que el mundo jamás sería su sueño. Sólo una noche para recorrer los callejones del sueño y abrazar la noche con fuerza, aferrarse al frío que calmaba el dolor. Una noche para olvidar lo que ambos habían hecho o tal vez para aferrarse a ello sin culpa, con orgullo.
Un simple salto, una distancia insalvable, ser cómplices en aquella huida de un mundo que ya no tenía sentido.
Promesas, tantas promesas y sueños. Sus manos sobre su cuerpo, el gatillo en suspenso, la respiración entrecortada, el alma alzándose en vuelo.
Una noche para olvidar la traición a la pena que se había impuesto, para olvidar el amor que los había deshecho.
Una sola noche, por fin, para saltar al vacío, para sentir el vértigo de caer, de estar juntos y no arrepentirse.
Ella se separó de la ventana lentamente, mientras el sol dejaba caer los últimos rayos sobre su cuerpo, las lágrimas se desvanecían poco a poco mientras su piel recuperaba la calidez, en sus pupilas bailaba de nuevo esa pequeña luz de esperanza que nunca se marchaba y que no desaparecería jamás, a pesar del dolor y la pena.
-Y ahora... -él extendió sus brazos para recibirla con ternura, con encendida ternura- Prométeme que si no morimos, buscaremos otro país, veremos otra luna, tenderemos otros nombres, te reirás de nuevo y tendremos una barca frente al mar.
"...Frente al mar..."
Muchísimas gracias a Esteban Giraldo, no solo por permitirme disponer de "Tránsfugas" para la realización de este cuento, sino por haberla creado y darme la oportunidad de soñar bajo sus acordes.
Pueden encontrar su música aquí: Estebangira Bandacamp.
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Ximena Soto Osorio
Medellín, Antioquia, Colombia
Si todos nos empeñáramos en dejar de crecer y seguir viendo todo con los ojos de la niñez la vida se haría más hermosa y más real dentro de nuestra propia irrealidad.
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I stand in Minas Anor, the Tower of the Sun; and behold! the Shadow has departed! I will be a shieldmaiden no longer, nor vie with the great Riders, nor take joy only in the songs of slaying. I will be a healer, and love all things that grow and are not barren. No longer do I desire to be a queen.
Sobre mí
~Cosas que me disgustan:
*Los zumbidos del msn. *Un mal libro recomendado como bueno.
*Las voces chillonas.
*La ruta Comercial Hotelera
*Los zancudos.
*Los espejos.
~Cosas que me gustan:
*Las bayas.
*Un buen libro en mis manos.
*La poesía de Béqcuer.
*Las películas de Tim Burton (casi siempre).
*Una ventana entreabierta, las persianas mal puestas y la lluvia invadiendo el silencio.
*Los espejos.
Imagen del mes
Efemérides
Frases del mes
"El único símbolo de superioridad que conozco es la bondad.".
~Ludwig van Beethoven. (Compositor y músico alemán).
"La libertad de la fantasía no es ninguna huida a la irrealidad; es creación y osadía".
~Eugine Ionesco. (Dramaturgo francés de origen rumano).
"No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo".
~Oscar Wilde. (Dramaturgo y novelista irlandés).
Derecho primordial
Sueño con que nos mandemos a dormir y dejemos a los niños salir. Yo ejerzo mi Derecho a Soñar. Y vos, ¿qué soñás?