Abril 21
He decidido dejarlo todo, voy a abandonarlo todo, no volveré a vivir cerca de mi cuna.
Los árboles se hacen más viejos, pero ellos viven mucho más que yo y yo no voy a dejar que el tiempo me consuma como a sus indefensas flores.
No he venido aquí para seguir los pasos de los que me dieron la vida, no he venido aquí para seguir los ideales del mundo, tal vez ni siquiera he venido aquí para hacer algo por todos ustedes.
Estoy cansada de ver pasar la luna sobre el cielo cada noche, ya sea en primavera o en invierno y sentir como el frío se atreve a apoderarse de mí y el sueño me obliga a cerrar los ojos una vez más.
Me he hartado de la compañía de las aves y de las nubes vespertinas, me harté de vivir hasta temprano y desde temprano. Me harté del canto de los gallos y de la calidez del medio día. Ya no puedo vivir bajo los ojos eternos del cielo iluminado por el sol.
Lo dejo casi todo como está: mi mesa está revuelta y mis paredes a medio pintar, los lápices están aún en sus cajas y las cortinas continúan cerradas. Tus cartas están en mi cajón y la ropa vieja continúa doblada, justo donde la dejamos la última vez que me la arrebataste.
Sé que huele a soledad, sé que se respira el dolor. Pero me he llevado los sueños y mi voz y con eso ha de bastarme.
...
Las calles de este barrio no son como fueron las de mi niñez. Estas son frías y están llenas de sueños en proceso o de sueños en reparación. Aún me siento ajena a él.
Esta vez sólo puedo escuchar a los ruiseñores con atención y mirar las estrellas que parecen eternas. Sólo puedo hablarle a mi sombra del dolor y de la esperanza. Y quizás lamento haber abandonado una vida tan estructurada... Pero soy feliz.
Lo he dejado todo, los he dejado a todos.
Pero sigo mi sueño y alzo mi voz desde el alma, para el cielo nocturno y para nuestros corazones.
Soy feliz.