Se alza el sol de media noche en el primer día del octavo mes, mientras que las palabras del ayer resuenan en mis oídos, recordándome cuan cerca estuve aquella tarde (que la maldigan todos los dioses).
Mientras subía el telón pude ver como el mundo comenzaba a palidecer, los rostros no eran como yo imaginaba, los vestidos no eran de brillantes colores y las máscaras se quebraban con lentitud. ¡Que alguien me salve, por favor, lo imploro! No quiero estar aquí cuando el espectáculo concluya, ni quiero ser quien maneje los hilos tras bambalinas, ni mucho menos el títere del titiritero.
¿Dónde están los ojos castaños que tiempo atrás me sacaron del teatro de los terribles monstruos? ¿Dónde están las manos que me recogieron de la desdicha que tan bien se había sembrado a mis pies?
Dadme de nuevo las nubes del alba, añoro con todo mi corazón ver una vez más esa sonrisa fina que da siempre luz a mi pobre actuación en este mundo.
¡Sácame de aquí, por favor, sólo hazlo! No me importa que métodos uses ahora, no me interesa si lo haces con suavidad o con violencia. ¡Sólo hazlo de una vez!
No soporto los espejos que deforman cada una de las facetas que me he esmerado en construir para cada uno de ustedes, no soporto las risas que se extienden entre el público cuando sólo debería haber una solemne tristeza o un profundo entendimiento.
El velo de la noche cae ya sobre los tejados y las aves dejan su canto para la mañana. Pero me pregunto si habrá alguna más luego de la noche de las aberraciones y los espantos.
Deja que mi llanto moje tus pies, que te queme la piel, deja que mi voz desgarre tu alma y deshaga lo que alguna vez fuiste, deja que mis ojos entren en lo más profundo y saquen al niño que aún se resguarda de la tormenta que se avecina.
Si te apagas durante mucho tiempo jamás volverás a ver su inocente sonrisa.
Dame tu mano una vez más y llévame lejos, llévame a volar, cierra de nuevo el telón para no tener que usar más las mil máscaras que hemos creado entre nosotros. Nada me importa más que ver la realidad de los rasgos que se esconden tras el pulido mármol con el que has cubierto tu rostro. Déjame verte tras las verdades a medias y las miradas perdidas, déjame verte tras el castillo de sueños que has levantado como refugio.
Y si después de la noche más terrible de todas aún vivimos... Déjame posar mis labios sobre los tuyos y regalarte lo que para ti he tejido.