Ya no recuerdo a qué saben los besos culpables.
La memoria adolescente se disipa entre la niebla a medida que el sol se sumerge en las nubes de alcohol y apatía. Hace un par de años que dejé atrás aquel lugar y su aroma a café, su tango perdido y sus tenderos de papel. Tal vez esté ya marchito el árbol que les cobijaba los días y todos se hayan marchado a otro pueblo.
Mi corazón agostado naufraga en los ríos que corren bajo mis pies en silencio, cuando los ojos dejan escapar añoranzas inquietas. La espera pulveriza el recuerdo y el tiempo extiende sus brazos sobre tus promesas, hiriéndolas con insistencia contra mi piel, que se quiebra. El viento le arrebata el alma a mis labios y se diluye en la noche que entra.
Palabras ajenas invaden el sueño expiatorio.
Ya no recuerdo a qué saben los besos culpables.