El calor es asfixiante. La primavera se ha ido y ya no creo en Dios.
Me refugio del sol inmisericorde bajo las ramas de un árbol enclenque y lo espero.
El campo huele a sangre y las aves vuelan en círculos esperando a que me marche, preguntándose que pedazo de mí dejaré esta vez para que coman.
Las horas avanzan, pero nadie viene.
Ya no siento ira. Ni siquiera tristeza. Esta vez será poco lo que alimente a los pájaros negros.
2 pensamientos:
Esa primera línea eclipsa el resto del texto. Tiene muchísima fuerza y es muy hermosa. Me quedo con ella.
Un saludo.
A mí también me gusta...
Le di muchas vueltas al texto y llegué a la conclusión de que debía quedar en el orden en que lo escribí.
Muchísimas gracias por leerme, Lucas. Y por comentar. Lo que dices siempre se recibe con agrado.
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