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"Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad".
~Jean Paul Sartre.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Carta de La Muerte


El tiempo es realmente descarado, y no se me enreda la lengua para decirlo. Lo afirmo, y siendo quien soy, no tengo miedo a consecuencias.

He visto a través de infinitos ojos como se marchita la vida, como se han secado los sueños, como la esperanza se ha vuelto arenosa y como hasta el miedo ha terminado por partir, derrotado.
No digan tonterías, no los miro burlona, ni con sorna, ni siquiera con pesar o alegría. Los observo con la más profunda de las resignaciones, porque incluso el fin de la vida tiene que cargar con una cruz. Y esa resignación pura y total es lo único que puedo permitirme albergar en mi existencia.

Tampoco crean que puedo colgarme de mi poder y que es así como me doy fuerzas, no. Para su valiosa sed de conocimiento, yo no escojo. Sobre mí hay algo mucho más grande... Pero varias veces me ha visto la cara, ¡vaya que me la ha visto! No sé que guarda en sus pensamientos, pero me niego a hacer lo que se me obliga si no estoy de acuerdo.
Les desmiento algo más: no disfruto llevándome almas en mis brazos ni colgadas de mis alas, especialmente en las épocas de exceso de trabajo.
Hay también otra cosa, yo no voy a perseguirte hasta que finalmente te agarre. No tengo tiempo, quítate de encima un poco de ese ego. Yo aparezco sólo en las últimas, y es por eso que tienes tiempo de escapar. Digamos que sólo en ese aspecto el tiempo está a tu favor.

Por eso me visto de negro, sólo ese color me da la entrada libre. Es esa ausencia completa de luz. Porque incluso las almas más manchadas y rotas tienen un destello. Jamás he visto que alguien tenga el alama negra y siga vivo después.

La esperanza es persistente, y parece fabricada de pegamento o de café. La esperanza te agarra, te mancha y no te suelta. En ocasiones logra ser incluso más fuerte que yo.

Pero mi existencia tampoco es tan miserable, tengo el consuelo de hacer algo con tu alma antes de entregarla. Puedo elegir si tomarla con suavidad y consolarla o arrancarla con fuerza y desgarrarla.
Las almas son particulares, ninguna toma la misma actitud al verse desprendida del cuerpo. Hay algunas que se rehúsan a venir conmigo, algunas arman un tremendo escándalo, desatando tormentas y vendavales, algunas sólo parten en silencio, sin quejas, sin hablar, sólo mudas, con una resignación similar a la mía. Digamos que a estas almas les he tomado aprecio. Hay otra clase que me llama la atención y que me inspira respeto: son esas que derraman un par de lágrimas en silencio, sonríen con tristeza y miran atrás por última vez, luego se hacen enormes y se vuelven niños. Estas incluso tienen sus propias alas, y no tengo que cargarlas, van a mi lado, a veces me toman de la mano, me hacen compañía. Creo que a estas últimas las amo, valen la pena.

El amor... El amor no está mal. Eso sí, es idiota. Es el idiota más hermoso de todos, es el imbécil al que quieres con condescendencia y al que no te le puedes resistir. Incluso yo tengo que sucumbir a él.
El punto está en que es más poderoso de lo que cree. ¡Y es tan terco! Hasta la razón termina por rendirse cuando luchan y puedo decir que se aferra con tanta fuerza que las almas todavía vienen con él en su pecho y en su vientre cuando se encuentran conmigo
Personalmente, no lo odio, pero puedo llegar a considerarlo una molestia. Es impredecible, y eso sí que molesta. Es tonto e impulsivo, pero hermoso y capaz de causar milagros y catástrofes.

Pero en fin, mi trabajo y yo no podemos vivir del amor. Primero, sería ridículo que viviera de él; segundo, me dedico a recolectar almas que ya no viven.

El tiempo es descarado, sí, pero es mi amigo. Siempre termina por presentarse ante mi puerta, vestido de túnica del color que prefieras o el que más detestes, y me entrega una dirección. Le sonrío, él me hace una mueca que jamás he podido descifrar y se autoinvita a pasar.
Usualmente me distrae un rato, no es tan descarado, aunque sé que te dije que lo era. Te da tiempo de huir. Me cuenta sobre tu vida y me retiene un buen rato.

Otra mentira que te han contado es que soy temperamental. Seré voluble, lo admito, pero no temperamental. No voy a enojarme si escapas, ni a decepcionarme si no lo haces. Cada alma tiene sus razones y finalmente son ellas y las circunstancias las que toman la decisión.
En pocas ocasiones me impongo, pero es sólo porque algo más preveo y la intervención se vuelve necesaria.

No me odies, no soy mala. Si bien tampoco soy buena... Pero no soy malvada adrede, ten un poco de consideración.
Aunque te pido: no desees verme la cara muy pronto, no me agradan los afanes.

2 pensamientos:

Lucas Vargas Sierra dijo...

Alguna vez pensé en escribirle una carta a la muerte, sería una especie de respuesta a ésta, su (tu) carta. Cuando lo iba a hacer vi que ya alguien lo había hecho.

"A la muerte - Guillermo Blest Gana

Seres queridos te miré señuda arrebatarme,
y te juzgué implacable
como la desventurra,
inexorable
como el dolor
y cruel como la duda.

Más hoy que a mí te acercas fría,
muda,
sin odio y sin amor,
ni hosca ni afable,
en ti la majestad de lo insoldable
y lo eterno mi espíritu saluda.

Y yo, sin la impaciencia del suicida,
ni el pavor del feliz,
ni el miedo inerte del criminal,
aguardo tu venida;
que igual a la de todos es mi suerte:
cuando nada se espera de la vida,
algo debe esperarse de la muerte."

Y luego de leer a Blest decidí ni escribir yo nada, sino difundir su carta -la de Blest- siempre que tuviera oportunidad.

¡Alegría!

Ximena Soto Osorio dijo...

Como siempre, Lucas, me encantan tus aportes, porque son realmente aportes.

Me gustó bastante la carta de Blest... Lo cierto es que jamás la había leído.
Que apropiado fue el momento.

La verdad me dio algo de miedo escribir como la muerte, no es tarea fácil y puede terminar un fiasco... Pero me parece que esta vez quedó, por lo menos, decente.

Alegría para ti también.

Tinta con vida

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