Y volvés a sentir.
El dolor, la pena, el suelo bajo tus pies.
El sol que se mece sobre el ocaso. Sueños de abril y marzo.
La infancia que se sacude el polvo, venas oxigenadas por la emoción colmada.
Noches en vela junto a la ventana.
Volvés a senitr.
La vida y su peso cálido, oprimiendo el corazón escaso.
La angustia del poeta herido, el grito del chico inconforme, la frustración de la escritura torpe.
Volvés a sentir,
por fin,
la candidez del alma que
con torpeza
se hace palabra.