Llueve,
sobre tus pasos, llueve.
Y las gotas se estrellan contra las huellas que van quedando marcadas en el corazón de la noche sin luna.
Llueve,
y a medida que aquella danza se enseñorea de la noche
la pared se vuelve cada vez más blanca, más blanca y solitaria.
Llueve,
y tus pasos se hacen cada vez más tristes
mientras el alma se hiela entre las canciones que chorrean de las nubes.
El silencio se hace fértil,
entre gemidos que no alcanzan a abandonar los labios.
El corazón aúlla
y sonríe con tristeza a la lejanía de tu voz.
Sobre tus pasos se hacen nidos
de peces marchitos por la aurora,
de dientes de león nocturnos,
de esperanzas que se estancan gota a gota.
Sobre tus pasos vuelvo mis pupilas
ya manchadas por la sal de la llovizna,
y los veo emborronarse a la distancia
en el recuerdo de nuestra tibia noche solitaria.
Llueve,
sobre tus pasos, llueve.